67
Me estoy atando los zapatos,contento,silbando,y de pronto la infelicidad.Pero esta vez te pesque,angustia,te sentí previa a cualquier organización mental,al primer juicio de negación. Como un color gris que fuera un dolor y fuera el estomago. Y casi a la par (pero después, esta vez no me engañás) se abrió paso el repertorio inteligible, con una primera idea explicatoria: "Y ahora vivir otro día, etc." De donde se sigue: "Estoy angustiado porque ...etc."
La idea a vela, impulsadas por el viento primordial que sopla desde abajo (pero abajo es solo una localización física). Basta un cambio de brisa (pero qué es lo que cambia de cuadrante?) y al segundo están aquí las barquitas felices,con sus velas de colores. "Después de todo no hay razón para quejarse, che", ese estilo.
Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía tan de adentro de la noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.
En ese segundo, con la omnisciencia del semisueño, medí el horror de lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la perfección eterna del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje. Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano.
Antes de volver a dormirme imaginé (vi) un universo plástico, cambiante, lleno de maravilloso azar, un cielo elástico, un sol que de pronto falta o se queda fijo o cambia de forma.
Ansié la dispersión de las duras constelaciones, esa sucia propaganda luminosa del Trust Divino Relojero.
-